“A la cama no te irás
sin saber una cosa más…” Esta frase me encanta, y de manera un poco simplista define
lo que viene a ser el tema protagonista de mi primer post, el concepto de
Educación Permanente.
En primer lugar, cabe
decir que las teorías pedagógicas
progresistas nos hablan de aspectos como la democratización de la educación y
de la cultura, algo muy distinto a la democracia educativa y cultural, porque
mientras este segundo concepto defiende el acceso global a las mismas, el primero se orienta a la participación activa, a ser agentes de construcción
activos de esa cultura y de esa educación, y no solo a ese acceso.
Y es que la Educación
Permanente, lejos de ser únicamente formación de tipo laboral, se fundamenta en
la construcción de los marcos educativos por todos y todas, eliminando las conceptualizaciones
divisorias entre educador y educando, dando paso a la idea de que todos enseñamos y
aprendemos, equiparando a las personas no en base a un título a veces impuesto
por otros, a veces autoimpuesto por aquellos que se sienten superiores hablando
encima de su polvorienta cátedra.
A la vez, genera
lugares de encuentro donde esa educación fluye de manera sobre todo no formal e
informal, aunque respeta la importancia de los ámbitos formales como elementos
capacitadores de futuras profesiones o conocimientos considerados mínimos…
La Educación Permanente
es fotografía, es pintura, son cursos laborales y prelaborales, es literatura y
algebra, son habilidades sociales, educación para la salud y para la paz, es
formación personal y comunitaria, es un ejercicio de democracia y civismo…
Tantas cosas engloba
este término tan hermoso que es difícil encerrar algo tan grande, extenso y
diverso es unas pocas líneas…
Por lo tanto… ¿Seguimos
hablando de Educación Permanente? Seguro que sí.
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